Aunque una computadora sea capaz de ganarle una partida de ajedrez a un maestro como Gary Kasparov, lo cierto es que no puede decidir si hay que sostener el tablero cuando la mesa se inclina imprevistamente. Es que las máquinas no deciden, sólo actúan de acuerdo con lo que se les ha enseñado, con los datos ingresados en su memoria.Por eso, los expertos están creando programas de inteligencia artificial que permitan a las computadoras aprender por sí mismas. Las que integrarán el Libro de la vida, por ejemplo, imitan el funcionamiento de las neuronas o células nerviosas del cerebro humano.En vez de trabajar solas, estas redes neuronales, se conectan entre sí para procesar la información en conjunto, en una especie de cooperativa digital. Esto les permite entrenarse, generar su propio conocimiento y acumular experiencia por ensayo y error. Asociar la foto de un ratón con un dibujo de Mickey y determinar que se trata del mismo organismo puede ser duro (para una computadora). La máquina deberá procesar miles de imágenes intermedias entre la foto y el dibujo, hasta aprender que hay rasgos comunes en ambas figuras. Un sistema similar a éste es el utilizado para alimentar las redes neuronales que están escribiendo el Libro de la Vida.
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